Medios de comunicación en la política
2) Los medios de comunicación
Ante la masificación de la sociedad, se hace virtualmente imposible establecer mecanismos de comunicación entre los políticos y los votantes sin una entidad que actúe como mediadora. Los medios de comunicación de masas son los encargados de transmitir e interpretar los mensajes políticos y, al mismo tiempo, reflejar las inquietudes de la sociedad. Los medios constituirían un modelo de opinión pública menos concreto que el que se define mediante el voto, pero aparentemente más directo.
Los medios adquieren legitimidad para erigirse en portavoces fidedignos de la opinión pública (o, cuando menos, de algún sector importante de la misma) en tanto en cuanto poseen el respaldo de su público, del cual serían representantes ante el poder político. Al mismo tiempo, la función de los medios sería la de convertirse en una instancia crítica, en palabras de Jürgen Habermas, frente a este poder político, vigilar los comportamientos y medidas adoptadas por los políticos y controlar sus posibles abusos.
Si en un primer momento la configuración de la opinión pública dependía de la interacción de los ciudadanos de una sociedad que aún no era de masas, sino de públicos, la era de las masas comporta, necesariamente, el predominio de los medios de comunicación como fuente fundamental de la opinión pública. El proceso sufre un cambio vertiginoso que lleva a situar en un segundo plano la influencia interpersonaly minusvalora la representatividad de un poder político que depende totalmente de su reflejo en los medios de comunicación para que los ciudadanos sepan de su existencia.
Esta mediación de los medios es vista por algunos en términos muy negativos: la autenticidad que implicaba la opinión pública en el modelo clásico, en donde el proceso de formación de la opinión discurría en un ámbito racional de individuos que eran adecuadamente representados por la prensa en sus disputas o debates con el poder político, se convierte en una impostura: los medios pretenden ser los representantes de las masas, pero no lo son. Los medios pueden convertirse en una excusa perfecta para que las élites políticas, en un proceso de retroalimentación, hagan creer a las masas que la opinión de las élites es también la opinión de las masas. Lo que aparece en los medios, en este contexto, sería lo que a las élites les interesa, y las masas sólo son capaces de interesarse por los asuntos públicos a través de los medios, que les sirven de guía.
Evidentemente, esta concepción tan negativa de las masas, fácilmente dominables por los medios, tiende a ignorar que la situación precedente no era tan idílica como se presenta. El “público ilustrado” era una minoría de la población que continúa existiendo en la sociedad de masas, y los segmentos de la sociedad que ahora conforman la “masa” no tenían una actividad política y cultural apreciables en los modelos políticos previos. No podemos obviar que la situación, si ha empeorado, no se debe a que el público sea peor que antes del advenimiento de la sociedad de masas, sino precisamente porque la sociedad de masas supone un cambio del público, y con él, del modelo democrático mismo. En la sociedad de masas son los medios los que impondrían una visión comúnmente aceptada de la realidad, los que marcan el presente social y la agenda temática, los que, valga la redundancia, mediatizan la percepción de la realidad que tenemos.
Dos cuestiones finales:
- En primer lugar, cabe mencionar la importancia relativa que, en cualquier caso, han conseguido los medios de comunicación masivos en nuestra sociedad. Independientemente de la naturaleza de sus efectos, de lo fiel o tergiversada que pudiera ser la opinión pública a través del filtro mediático, resulta un ejercicio estéril lamentarse de la pérdida de autenticidad de la opinión pública una vez se ve sometida a unos mediadores que pueden tener intereses espúreos de todo tipo; la imbricación del sistema de medios de comunicación en el seno de la sociedad es tan considerable, y tan elevada la dependencia de los ciudadanos respecto de los medios para obtener información y configurarse un horizonte de expectativas, que es imposible imaginarse, siguiendo a De Fleur y Ball – Rokeach, una sociedad sin medios, es más, una sociedad en que los medios no tengan un papel fundamental.
- En segundo lugar, quedaría preguntarse por el modelo de propiedad de los medios masivos, es decir, las personas o instituciones que en un momento dado pudieran estar interesadas en aprovecharse de la influencia de los medios para persuadir al público de la bondad de unas determinadas políticas o medidas sociales, la independencia de los medios respecto del conjunto de la sociedad y su relación con otros poderes públicos. Denis McQuail, obviando, por un lado, la existencia de un cierto pluralismo (por más que este se vea reducido a las opciones políticas dominantes) en el sistema mediático, llega a la conclusión de que la interconexión de los medios de comunicación de masas con el sistema social es tan intensa que resulta absurdo estudiarlos como una instancia independiente, o mejor dicho ajena, de otras, sin que esto sea definitorio de que los medios siempre tiendan a beneficiar a las opciones políticas de antemano más poderosas.
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